Sólo tú eres responsable de tus palabras y acciones, por lo que nada ni nadie tiene que decirte qué sentir y qué hacer en cada momento. Esto te libera y te convierte en una persona capaz de construir su propio destino.
El problema es que recurrentemente seguimos culpando a los demás de nuestra infelicidad, ya sea por la pareja, nuestra madre, familia o sociedad. Este tipo de cosas lo único que hacen es restarles el valor para afrontar nuestra responsabilidad. El asumir que nuestros problemas son nuestros. Lo maravilloso de todo esto es cuando te das cuenta de esto y asumes el control de tu destino. Sin embargo, hay cosas de las que no somos responsables por mucho que pueda molestarnos.
De lo que no eres responsable
- Del reaccionar de las demás personas en determinada situación.
- Las palabras de los demás no siempre pueden gustarnos o son lo que queríamos escuchar.
- De los sentimientos de los demás, pues esto es algo individual y forma parte de las personas.
- Las consecuencias de las acciones de otros. Si una persona está pagando las consecuencias de alguna acción que hizo es su responsabilidad, no la tuya.
- De las creencias de los demás. Si tienen una determinada idea sobre algo no tenemos por qué compartirla.
- De los errores de los demás. Pasa lo mismo que con las consecuencias. Los errores de los demás son suyos y no te corresponde cargar con ellos ni sufrirlos
De lo que sí eres responsable
- De tus palabras. Lo ideal es que todos tengamos una comunicación asertiva y evitemos entrar en conflictos innecesarios, pero también ser conscientes que lo que decimos sí influye en otros.
- De tus acciones. Sean buenas o malas solo te corresponden a ti y a nadie más.
- De tu conducta. El cómo te comportes es tu problema y de nadie más. A veces solemos buscar justificarnos para restarles peso, pero no es así.
- De tus ideas. Tienes toda la libertad de creer y pensar en lo que quieras, eso sí. Siempre y cuando no dañes a terceros al llevar a cabo una acción.