Filosofía

Fernando Zea nos comparte dos tipos de felicidad: las experiencias y los recuerdos.

¿Alguna vez te has o te han preguntado si eres feliz? Es muy complicado pensar sobre la felicidad porque es una palabra con demasiados significados. Encontrar sólo uno sería casi, casi imposible; ya que depende mucho de diferentes perspectivas. El principal problema es que, tanto a nivel personal como a nivel académico, tendemos a confundir experiencias y recuerdos, a confundir el ser feliz EN tu vida con el ser feliz CON tu vida.

Por ejemplo, imagínate que tienes una cita con tu pareja. Van a cenar a su restaurante favorito, bailan, dan un paseo, en fin… la noche perfecta. Regresas a casa y cuando te metes la mano en el bolsillo para sacar las llaves, te das cuenta de que has perdido tu móvil. Inmediatamente piensas que eso arruinó tu noche, englobando justo toda tu noche. Pero no es verdad que TODO se haya arruinado. La noche ha salido perfecta, la has disfrutado, y el que hayas perdido el móvil no cambia eso en absoluto. Lo que realmente se ha estropeado ha sido tu recuerdo de la noche.

El motivo por el cuál en el ejemplo anterior sentimos que la cita ha sido fatal (a pesar de no ser cierto) es que procesamos el mundo, nuestra vida, a través de dos «yos» diferentes:

  • El yo experimentador, que sólo conoce el presente. Vive momento a momento,
  • El yo recordador, que lleva la historia de nuestra vida. Para este yo, todo son recuerdos de experiencias.

Cada uno de estos yos está interesado en un tipo diferente de felicidad:

  • Felicidad de bajo orden: El yo experimentador quiere que seamos felices EN nuestra vida. Sólo le preocupa que cada momento sea lo más agradable posible, y por eso siempre está buscando el placer e intentando evitar el dolor.
  • Felicidad de alto orden: El yo recordador quiere que seamos felices CON nuestra vida. Evalúa los recuerdos y determina si son positivos o negativos de acuerdo a nuestras creencias. Busca congruencia entre lo que creemos y lo que hacemos.

Ambos tipos de felicidad apenas están relacionados entre sí. Los estudios demuestran que la correlación entre ambas es sólo de .5 y, de hecho, a menudo entran en conflicto.

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